jueves, 3 de junio de 2010

Artículo Semanal: Lecciones de una Final de la "Champions League" - Parte 2

Dicen que las comparaciones siempre son odiosas pero una cosa admirable fue vivir cómo en la previa, ante un estadio repleto, ambas barras no paraban de alentar a sus equipo y, de pronto,  un momento de respeto para escuchar himno de la Champions League. Algo mágico tiene ese himno que inspira admiración y hace que todos los aficionados se rindan a escucharlo. Es la perfecta antesala para vivir el campeonato de clubes más lindo del mundo. La Copa Libertadores o los himnos de la UEFA Europa League o inclusive de la FIFA no le llegan a los talones. Simplemente este himno es perfecto. En ese momento me daba la impresión que los hinchas estaban más pendientes de escuchar el himno que de ver el partido.



La planificación y organización para presentar este espectáculo deportivo fue loable. La puntualidad de los equipos para salir a la cancha en el momento acordado refleja el respeto tanto al espectador presente en el estadio, así como al televidente o radioescucha que están fuera del mismo.



El duelo de las barras



Por un lado estaba la barra alemana. Sincronización perfecta para cantar, aplaudir, saltar. Fiel reflejo de su raza.

Los italianos por su lado, mucho menos organizados, pero alentando a su manera. Sobre todo antes del inicio del partido. Apenas empezó el partido se dedicaban más a seguir el partido y a sentirse entrenadores. Viven el partido a mil por hora.



Una pregunta que antes rondaba por mi cabeza era la asignación de asientos para las tribunas populares. Pensaba que el hecho de poner butacas en dichas tribunas podía perjudicar el ambiente de fiesta. Este partido despejó mis dudas y me hizo ver que sí es posible. Inclusive puedo asegurar que es mejor, porque al estar cada uno en un asiento, el 100 % del estadio se ve lleno (desde la primera fila hasta la última), cosa que nunca se ve en el fútbol peruano, donde siempre hay vacíos en la parte inferior y laterales porque todos los espectadores están aglomerados en el centro de cada tribuna.



El partido



El partido fue emotivo, con opciones para ambos equipos, movido, interesante. Calidad sobraba. Para resumir el Inter se consagró campeón con justicia. Nada que discutir. Eliminó en octavos al campeón de Inglaterra, en semifinales al campeón de España, vigente campeón de Europa y para muchos el mejor equipo del mundo. Y por si fuera poco, en la final venció al campeón alemán. Nadie puede desmerecer su victoria. Su juego no será vistoso pero es efectivo. Se nota la mano de su entrenador. El tan querido y odiado por muchos José Mourinho.



La celebración



Nuevamente un ejemplo a seguir. Apenas terminado el partido, la celebración pertenecía a los jugadores, comando técnico y dirigentes del Inter. Una celebración limpia, sin la prensa metiéndose al campo de juego, sin hinchas ingresando a la cancha. La fiesta es de los jugadores y ellos comparten su alegría con su familia y con la tribuna.





Finalmente, el último hecho a resaltar es el aplauso del rival. Ambos equipos se fueron aplaudidos por las dos hinchadas. Se lo merecían. Llegaron a la final y todo el estadio aplaudió tanto al campeón como al subcampeón. El hincha del Bayern seguía cantando, alentando. Estaba triste, sus caras lo mostraban, pero dejaron todo en la cancha hasta que terminó la premiación. Digno de felicitar. Esos son los verdaderos hinchas. Los hinchas incondicionales que aman a su equipo, sin violencia, con respeto.

Ernesto Benavides

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